domingo, 4 de noviembre de 2007


Michelle Bachelet proclamó su "emoción" y su "tremenda sintonía" con Benedicto XVI

Artículo publicado en "El Mercurio" de Santiago de Chile, Autor: Cristóbal Orrego

La escena del bautizo en "El Padrino" (1972) se me representa con fuerza desde que Michelle Bachelet proclamó su "emoción" y su "tremenda sintonía" con Benedicto XVI, a propósito de temas tan importantes como la familia y la vida humana. Mientras Michael Corleone oficia de padrino en una ceremonia a la antigua -solemne, con latines y todo-,

sus muchachos masacran a sus enemigos. "¿Crees en el Espíritu Santo y la santa Iglesia Católica?", pregunta el sacerdote. "Sí, creo", responde Corleone. Y al instante caen acribillados, en el ascensor, Stracci y Cuneo. "¿Protegerás la vida del que está por nacer?", pregunta el Papa. "¡Sí, tremenda sintonía!", responde Bachelet. Y, en el acto, uno de sus esbirros cursa multas a las farmacias que se niegan a distribuir la píldora del día después. Se trata de un fármaco que opera, entre otras formas, impidiendo la anidación de un embrión humano, es decir, que causa un aborto. Así se desprende tanto de los estudios científicos disponibles como de la información internacional de los laboratorios, así que "a confesión de parte, relevo de prueba". Solamente un ejercicio poderoso de autoengaño puede sostener lo contrario.

"¿Renuncias a Satanás?". "¡Sí, renuncio!", replica Corleone, mientras una bala atraviesa los lentes de Moe Greene. Santa familia. Y ésa es la clave para comprender a una mujer que considera su régimen tan democrático como el de Hugo Chávez, según ha admitido hace poco. Y así son los dos de democráticos: quieren imponer su ideología socialista a sangre y fuego, como una aplanadora.

La píldora constituye un episodio para revelar esta verdad. Ella y su pandilla de mujeres públicas -esas que se ríen junto a chiquillos avergonzados, de rodillas ante el falo de Satán, como dice un poeta- no cederán hasta imponer en todo Chile una política de relajo sexual, de inmoralidad pública, que exige a gritos poder matar a los niños no deseados desde el instante mismo de su maldita concepción.

Por eso, invito a los chilenos de buenas costumbres y a los defensores de la vida desde su primer instante -desde que el óvulo es fecundado- a repasar y a defender con serenidad todos los argumentos contra la píldora del día después: que es abortiva -lo reitero-; que un Estado de Derecho, respetuoso de la vida humana y de la moralidad pública, no puede ni debe dejar el asunto entregado a la libertad de los individuos: ¡debe prohibir la píldora!; que el pluralismo ético y religioso tiene como límites los derechos humanos, incluido el derecho del embrión a no ser asesinado; que la difusión de la píldora de emergencia ha favorecido el aumento de los embarazos en adolescentes y de los abortos, según la literatura médica disponible; que todas las políticas sexuales del Estado han fracasado estrepitosamente, salvo en un objetivo ideológico (no sanitario): legitimar socialmente la lujuria; que la píldora del día después es un primer paso para introducir derechamente el aborto en la legislación, como reconocen sus promotores más honestos, quienes, además, hace rato que comenzaron la propaganda con sus encuestas y otros trucos clásicos para sensibilizar a la población a favor del aborto; que los farmacéuticos tienen una dignidad profesional como intermediarios entre médicos y pacientes y no deben "anestesiar las conciencias, por ejemplo, sobre el efecto de moléculas que tienen como fin evitar la anidación de un embrión o abreviar la vida de una persona", sino más bien ejercer la objeción de conciencia, "que es un derecho que debe ser reconocido a su profesión, permitiéndoles no colaborar, directa o indirectamente, a proporcionar productos que tengan como fines elecciones claramente inmorales, como por ejemplo, el aborto y la eutanasia" (Benedicto XVI, Discurso 20-X-2007).

Los argumentos morales contra la píldora deberían llevarnos, a todos los sectores responsables de Chile, a unir fuerzas, tal como sucedió cuando monseñor Alejandro Goic puso en la discusión el tema de un "sueldo ético". Él mismo se ha pronunciado ahora contra esta degradación de la sexualidad. Goic no hace más que seguir un ideal humano y cristiano de siempre: la unidad de la ética social y de la ética familiar y personal. ¿No es, acaso, una tremenda esquizofrenia pretender que nada es objetivo y todo ha de entregarse a la libertad individual en algunos terrenos de la máxima importancia, como la vida naciente y la familia, y luego poner el grito en el cielo porque alguien estima correcto violar los derechos humanos, contaminar los ríos o llevarse el dinero público para la casa?

La píldora nos abre los ojos, pues, respecto de la naturaleza ética de un régimen político. Es un régimen hipócrita, que hace pasar como tolerancia la imposición de una cosmovisión pansexualista. Sólo nos queda resistir.


La persona de rojo hizo de Subsecretaria de Salud del Gobierno de Chile

...pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino de las que mueven los asnos y lo hundan en el fondo del mar...

San Mateo 18,6

Acto de Desagravio




Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea,
en tan graciosa belleza.
A Ti celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
alma vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
Amén.